Hay
paralelos que sorprenden… o ratifican, depende de su análisis. Muchos países
sufrieron enfrentamientos internos en su historia. El norte contra el sur en
USA, la guerra civil española, incluso la división ante la ocupación por nazi
de países europeos que contó con colaboracionistas y la resistencia a los
invasores. En Argentina de los setentas tuvimos también una guerra interna
donde la lucha contra la dictadura militar tuvo dos fases. Una primera con la
Resistencia peronista, sumando sectores juveniles y clase media en el intento
de recuperar la democracia y reconocer al peronismo y su líder. Con la vuelta
de Perón y su llamado a Balbín, para reconstruir el país, esa izquierda
supuestamente peronista se desgajo y mostró su laya, enfrentando la idea de unión
nacional con un proyecto castro terrorista que rechazó y condenó la gran mayoría
del pueblo. Provocaron el nuevo golpe militar a propósito, creyendo revertir
los favores populares. Sin embargo fueron cazados ante el vacío que le hacia la
ciudadanía, harta de sangre.
Los
perdidosos hoy volvieron de la mano de un inédito Kirchner, abogado usurero
ajeno a toda lucha, rejuntando todo residuo setentista, en una mezcla explosiva
y carente de raciocinio político. Se valieron del Relato y la mordaza al
periodismo, con leves toques prebendarios que nada solucionaron. Por el
contrario, han profundizado las inequidades y pobreza generales, quedando para
su sucesora impuesta – una tarambana abogada trucha y mitómana- la evidencia
del fracaso del “Modelo”. A diferencia de otros países, donde los que triunfan
imponen sus ideas y suman al resto, en Argenzuela los derrotados han vuelto
para vengarse de sus frustraciones, compartiéndolas con todo un país. Los KK,
empachados de un mal leído Jauretche, desdeñan a Peron, sobre todo al ultimo, y
buscan socios entre la basura internacional. Ignorantes de el determinismo
historico y la fuerza de los hechos, se “ilusionan con la voz de Carlos Gardel”
Indudablemente, los argentinos somos incorregibles, siempre enamorándonos del
segundo o del ultimo, nunca del primero o mejor. Como el sinuoso tango, vamos y
venimos para terminar en el mismo lugar. EL HUARPE
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