viernes, 15 de febrero de 2013

LOS DERROTADOS GANADORES, SOLO EN ARGENZUELA


Hay paralelos que sorprenden… o ratifican, depende de su análisis. Muchos países sufrieron enfrentamientos internos en su historia. El norte contra el sur en USA, la guerra civil española, incluso la división ante la ocupación por nazi de países europeos que contó con colaboracionistas y la resistencia a los invasores. En Argentina de los setentas tuvimos también una guerra interna donde la lucha contra la dictadura militar tuvo dos fases. Una primera con la Resistencia peronista, sumando sectores juveniles y clase media en el intento de recuperar la democracia y reconocer al peronismo y su líder. Con la vuelta de Perón y su llamado a Balbín, para reconstruir el país, esa izquierda supuestamente peronista se desgajo y mostró su laya, enfrentando la idea de unión nacional con un proyecto castro terrorista que rechazó y condenó la gran mayoría del pueblo. Provocaron el nuevo golpe militar a propósito, creyendo revertir los favores populares. Sin embargo fueron cazados ante el vacío que le hacia la ciudadanía, harta de sangre.
Los perdidosos hoy volvieron de la mano de un inédito Kirchner, abogado usurero ajeno a toda lucha, rejuntando todo residuo setentista, en una mezcla explosiva y carente de raciocinio político. Se valieron del Relato y la mordaza al periodismo, con leves toques prebendarios que nada solucionaron. Por el contrario, han profundizado las inequidades y pobreza generales, quedando para su sucesora impuesta – una tarambana abogada trucha y mitómana- la evidencia del fracaso del “Modelo”. A diferencia de otros países, donde los que triunfan imponen sus ideas y suman al resto, en Argenzuela los derrotados han vuelto para vengarse de sus frustraciones, compartiéndolas con todo un país. Los KK, empachados de un mal leído Jauretche, desdeñan a Peron, sobre todo al ultimo, y buscan socios entre la basura internacional. Ignorantes de el determinismo historico y la fuerza de los hechos, se “ilusionan con la voz de Carlos Gardel” Indudablemente, los argentinos somos incorregibles, siempre enamorándonos del segundo o del ultimo, nunca del primero o mejor. Como el sinuoso tango, vamos y venimos para terminar en el mismo lugar. EL HUARPE  

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