Perón, Frondizi,
Illia, Balbín, Alfonsin, Menem, Duhalde, Rodríguez Sa, Kirchner por un lado.
Aramburu, Guido, Ongania, Levingston, Lanusse, Campora, Videla, Viola, Galtieri,
Bignone y Fernández, por otro lado, tienen un estilo de comunicación común entre
ellos. Los primeros son espontáneos, lanzando sus frases sin pausas, ni
silencios, elegían sus palabras sin titubear, sin buscarlas ni ganar tiempo. Había
claridad en sus ideas, que buscaban y que debían decir. Los segundos, dudan,
buscan el término conveniente siguiendo instrucciones de un método que quede
bien con todos, en lo posible, acomodando los términos a la situación del
momento. Se amoldan a los hechos, fabricando empatía forzosa demostrando la
debilidad de conceptos guía. Debemos sumar los nuevos políticos, que denotan un
trabajo de asesoramiento que evidencia que más importante que el contenido de
su mensaje, son las formas. Massa, responde ganando tiempo –“a ver…” es su
latiguillo. De Narváez, Sola, Insaurralde, De la Sota, Scioli, no son creíbles
precisamente por esa sensación de querer congraciarse con todos, en vez de
asegurar un concepto directo. En el caso de Scioli que empezó con ese estilo,
ya tiene armadas varias frases a las que recurre ante cada requerimiento o
discurso. La Fernández en cambio, si bien parece tener claro hacia dónde va,
solo es un collar de demagogias rejuntadas y muchas veces sin sentido
dialectico, lo que también desnuda su reiterado libreto llamado Relato. No
importa si es un delirio despegado de la realidad… le importa que suene bien,
nada más. Otra forma de analizar que tienen o tuvieron en la cabeza los últimos
líderes nacionales. EL HUARPE
NADA MAS INOCENTE QUE EL NIÑO QUE SE TAPA LOS OJOS Y DICE “NO ESTA
NENE”. Un niño cree que tapándose los ojos no lo vemos o no está. Lo lamentable
es cuando los mayores tienen las mismas acciones, creyendo que suprimen la
realidad si se tapan los ojos. El manejo de los KK con relación a la realidad
transita este camino infantil y a fuerza de repetición del Relato se la han
inculcado a muchos desprevenidos. Mientras la vida transcurre por una vía, en
otra paralela y en dirección contraria viaja esta banda de mafiosos con sus
seguidores, cada vez más escasos. Los mayores exponentes son El Tuerto
Desaparecido y la Hormiga Negra, con una diferencia: espían entre los dedos
para ver donde está la billetera de la gente. Así se han enriquecido con ese
descuidismo tan propio de los políticos. Y completando el concepto del Relato
de Atril y sus variantes televisivas, forma parte de un concepto de Armas
Silenciosas para Guerras Tranquilas, ya adoptado por las elites gobernantes
como forma de hacer política y disponible para todo curioso en “Chomsky, con k
de Kirchner” en este blog.
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