El
viejo circo barrial, decrepito, raído, anacrónico, socialista, se ha quedado
sin su macaco. Las hienas de falsa risa, los leones desdentados y ancianos, los
cuervos y caranchos carroñeros, hasta el perro pulguiento seguidor por los
pueblos están como la comadreja tumbeadora… apenados por haber perdido su líder. Es que el macaco a fuerza de actuar se había
convertido en una especie de jefe vociferante, rebelde, aunque comía de la mano
del jefe del circo. Algunos animales lo
llamaban tornillo, porque apretaba para abajo pero aflojaba para arriba. Un
chanta, bah. Pero engrupía muy bien a las monitas, que pululaban a su
alrededor, buscando alguna valijita, que repartía condescendiente. Algunos dicen que sufría de melancolía, desde
que el Karancho surero falto a su lado. Bicho jodido este. A pesar de tener un
solo ojo, veía el brillo del metal desde lejos, cayendo sobre el. Compartía con
el macaco y otros los favores de la comadreja, aunque tal pareja poco podría
aguantar. Algunos dicen que la desaparición
del karancho fue obra de la marsupial, en uno de sus tantas peleas. Hoy queda entonces
ella, sin sus compañeros de correrías y se la nota nerviosa, tal vez buscando el
reemplazo o adivinando que el circo ya no será lo mismo. EL HUARPE
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