Estos revolucionarios de
opereta, que nunca expusieron su cuero, que nunca ganaron una batalla real, que
ni siquiera son luchadores son el ejemplo de aquella sentencia: “Dime de que te
ufanas, y te diré que careces” Intentan
tapar con tanta cháchara sus realidades.
Han manejado dos países con un chorro de ingresos fabuloso por los
precios inusitados de sus materias primas, pero no lo industrializaron ni
aprovecharon tal volumen de divisas para convertirlos en potencias en
desarrollo (Uruguay, Perú y Chile, ni hablar de Brasil, nos pasan como alambre
caído) En cambio el dinero engorda sus fortunas personales, mientras la pobreza
aumenta en el pueblo. Parches para disimular la realidad distraen junto con el
Relato diario: subsidios miserables, prebendarlos, en lugar de trabaja
autentico mantiene a grandes sectores dependientes de la mano del amo. Pasamos
de un extremo a otro, en un péndulo sin término medio ni una muestra de ir
aprendiendo de nuestras experiencias. Ver la política como blanco o negro, sin
analizar previamente que significa embanderarse en el opuesto ni revisar los
antecedentes de los líderes propuestos, solo conduce a esta decadencia. Primero
roban, luego “desaparecen” y huyen de sus responsabilidades, con un entorno
mafioso que los erige urgente y desesperadamente en santos. Resulta sintomático
el esfuerzo de posicionarlos como héroes o patriotas, cuando solo llegan a
saqueadores de caminos. Tampoco podremos juzgarlos con la justicia del hombre, se han fugado al etéreo y caprichoso
nivel de la Historia, donde todo es opinable a pesar de las pruebas. EL HUARPE
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